lunes, septiembre 24, 2007

Sobre el odio libre 4



¿Cómo evacuar de la vida el miedo? ¿Cómo expulsar de la vida el miedo para que ésta, por fin, nos restituya el querer vivir? Mi querer vivir

Todos quieren siempre escuchar lo que más desean. Piden agua para apagar el fuego, el árbol que les proteja del sol, la solución para el problema acuciante. Pero no existe ninguna palabra de luz. No te dejes engañar: la luz es incapaz de vencer a la noche. Sólo tu propia noche puede triunfar sobre la noche. ¿Quién va a querer oír lo que nunca nadie se ha atrevido a afirmar? Temo la reacción de los decepcionados pero aún más temo a los hijos del sol, porque ellos nunca aceptarán una palabra de sombra. Sé que mi respuesta no será comprendida y que seré maldecido. Pero ya es hora de decirlo. El odio es lo único que puede vencer al miedo. Sólo el odio puede separar el miedo de la vida y liberar así al querer vivir. ¿Quién osará bajar, quién descenderá al interior de la circularidad odio ↔ miedo para doblegarla? Aquel que sea capaz de odiar la vida con un odio suficiente. ¿Cuál es este extraño odio que rompe la circularidad que nos sujeta? El odio que habla así: «Odio la vida porque la quiero tanto ...››

¿No sabes que esta palabra oscura puede hacer mucho daño? A ti y a los demás. Promover un odio hacia la vida, sea cual sea, únicamente puede traernos amargura y desdichas. Allí donde el odio reina crecen los fanatismos de cualquier signo. Donde el odio a la vida se extiende, muere la vida. La venganza ocupa los corazones y la violencia ataca los cuerpos. Entronizar el odio es una absoluta irresponsabilidad.

Sé todo lo que dices. Ciertamente el odio es una fuerza negra que nos desborda porque trae el infierno a la tierra. Pero ¿no dice Hölderlin que allí donde crece el peligro está la salvación? Se ha querido abolir del discurso el odio expulsándolo como lo que no puede ni llegar siquiera a pensarse. En los diccionarios de filosofía no se encuentra la palabra odio y, curiosamente, sólo los diccionarios de teología la recogen. El odio, se nos dice, es un mal fruto del pecado. Y, sin embargo, el pueblo de Israel deberá odiar a los enemigos de Dios para no imitar su conducta. Y Dios mismo ¿no es capaz de odio? En nuestra sociedad, en cambio, la defensa de cualquier forma de odio es políticamente incorrecta. No digamos ya la promulgación de un odio dirigido contra la vida, que, evidentemente, sería la expresión máxima de maldad y resentimiento.

Ir contra corriente no es garantía de estar en la verdad. Además, el odio es un cuchillo que no tiene mango. Con él hieres y te hieres.

Santiago Lopez Petit. Amar y pensar. 2005

miércoles, septiembre 19, 2007

Sobre el odio libre 3


A fin de elevar el alma de la imperfección. Me retiré de su sentimiento privándola de previos consuelos... lo cual hágolo con el fin de humillarla y hacer que Me busque en la verdad, y de probarla a la luz de la fe, de modo que llegue a la prudencia. Entonces, si Me amase sin pensar en si misma y, con viva fe y con odio de su propia sensualidad, se regocijará en el tiempo de tribulación, y se considerará indigna de la paz y la tranquilidad de la mente. Viene ahora la segunda de las tres cosas que te dije, es decir: cómo llega el alma a la perfección, y lo que hace cuando es perfecta. Esto es lo que hace: aunque percibe que Yo me he retirado, no por ello mira hacia atrás; sino persevera con humildad en sus ejercicios, permanece encerrada en la casa del autoconocimiento y, sin dejar de morar en ella, espera con viva fe la llegada del Espíritu Santo, es decir. Mía, pues Yo soy el Fuego del Amor... Esto es lo que el alma hace para elevarse de la imperfección y llegar a la perfección, y es con este fin, a saber, de que alcance la perfección, con el que Yo me retiro de ella, no por gracia, sino por sentimiento. Una vez más la dejo de manera que pueda ver y conocer sus defectos, para que así, sintiéndose privada de consuelo y afligida por el dolor, pueda reconocer su propia debilidad y aprenda cuan incapaz es de estabilidad o perseverancia, cortando así hasta la raíz misma el amor espiritual a sí misma; pues éste deberá ser el fin y el propósito de todo su conocimiento de sí, elevarse por encima de sí, ascendiendo al trono de la conciencia, y no permitir que el sentimiento del amor imperfecto vuelva de nuevo a su lucha mortal, sino, con corrección y reprensión, desenterrar la raíz del amor de sí con el cuchillo del odio de sí y el amor a la virtud.

Santa Catalina de Siena, Dialogo, cap1. XIII



jueves, septiembre 06, 2007

Sobre el odio libre 2


En la anterior entrada hacíamos al hombre libre capaz de renunciar al ejercicio del dominio de su poder sobre los otros y de un plumazo lo abocábamos a la guerra o al suicidio.

Descartado el suicidio como el punto de llegada más cruento, tras el debilitamiento sufrido por un odio insuficiente; queremos ver ahora en qué guerra queda ese hombre.

¿Cuál es su guerra?

Podríamos intentar destripar distintas formas de esa guerra, todas serían siempre expresiones de una guerra en el interior de sus entrañas, pero alguien que ha sido capaz de la renuncia que lo ha puesto ante nosotros, es un renacido. Se trata de un auténtico guerrero que ya sabe que su estado no es un lugar al que ha llegado sino la puerta que inaugura la plena consciencia de la distancia respecto de sí mismo. El principio de la batalla.

Su guerra es la guerra contra los restos de su ser que brotan, terribles como cabezas de una hidra enterrada, no se trata de una guerra de conquista sino de una lucha por mantenerse en un pensar otro.

Ya no se debate en una guerra para someter la fuerzas reactivas que en él han estado, ni de atravesar un duelo que habría de ser público para ser efectivo en alguna forma de curación. La suya es una guerra para habitar el vacío que ya ha abierto.

Para este guerrero el odio libre a la vida está libre de lo vivido y en este odio no retorna el dolor sentido.

Retorna a él un dolor sin pasado. Sus cicatrices fueron expuestas al viento hasta que el guerrero supo que había nacido con ellas, o en todo caso que su dolor es anterior a las heridas. Su sufrimiento, aunque melancólico, no obedece a lo perdido, ni a lo no hallado. Es el dolor de una distancia vacía entre lo posible y lo imposible lo que le hace luchar y en esta lucha el odio a la vida es el arma que le da fuerzas para no caer en la nostalgia u otras formas de rendición.

Es el dolor de quien ama y quien ama no puede dejar de luchar, aunque para ello haya de renunciar al mundo.

"Odiar la vida para seguir viviendo".