jueves, abril 05, 2007

Αληθεια

I, 22-32

Y la diosa me acogió con delicado afecto. Puso mi mano derecha en su mano; en seguida tomo la palabra, dirigiéndose a mi del siguiente modo:

“¡OH, hombre compañero de inmortales aurigas,

que al galope de tus corceles te conducen a nuestra casa!

Pues no ha sido un sino funesto el que te ha abierto, con anticipación este camino –que está, en verdad, apartado de los hombres, más allá (retirado) de su sendero-, sino tanto el precepto como el orden. Y es necesario que experimentes todo, tanto el desocultamiento de la esfera bien completa, del indisimulable corazón.

como también el aparecer mortal que resplandece, donde no mora ninguna esperanza de desocultamiento.

Sin embargo esto tendrás que experimentar como lo que resplandece,

(en la necesidad) permanece conforme a la apariencia, en tanto resplandece a través de todo y conduce todo(en consecuencia) de este modo a la perfección.