Nos dijimos, si no podemos cambiar el mundo, cambiaremos nuestras vidas; tener una existencia politizada será establecer una resistencia frente al ser que soy dentro de una vida que, sin ser mía, me moviliza en la reproducción del capital.
Si no hay nada que hacer, nos dijimos, una infinitud de posibilidades de proyección se abre frente a nosotros; pero todos los posibles se nos hicieron cárceles en este mundo.
Ni los valores que nos dieron un sentido en la lucha y la resistencia, ni los conocimientos y habilidades que nos conferían identidad nos sirven ahora de entretenimientos para el autoengaño y por otra parte, jugar el juego oportunista que salvaría de nosotros la figura, nos da asco.
El estado de incomunicación y aislamiento a que nos arroja esta situación hace que enfermemos y obliga al Estado a intervenir sobre lo social mediante una terapéutica que nos adapte a la tarea productiva. La resignación en los fármacos, el miedo a salirse de la movilización total, la impotencia frente al omnipresente poder del dinero, hacen que la administración de muerte se sostenga en un equilibrio que responsabiliza al enfermo y lo convierte en ejemplo negativo que alimenta la salud del miedo.
Ahora cuando ya no hay otra realidad fuera de la del capitalismo, cuando no hay otra relación en lo social que la de la competitividad, ni otra identidad que la que puede medirse mediante el único patrón de valor, es decir, “tener o no tener dinero”. Ahora cuando nuestra reflexión crítica sobre el mundo no tiene mercado porque no se puede comprar lo que ha de aprehenderse en el abandono de ser el que se ha de ser. Ahora que resistir es ponerse en juego completamente en serio, sin jugar, es decir exponiéndose al miedo de no ser.
Ahora. ¿Qué podemos gritarle al mundo desde este sombrío rincón solitario, helado y seco?
GRITEMOS:
- No temas al fracaso. El fracaso no es más que el testigo de la grandeza de tu empresa.
- No hagas balance de los riesgos. Lánzate al vacío, es la única ciudad en que no estarás sólo.
- Lo tuyo no es especial. No hay casos especiales.
- Todos somos esclavos de la misma ración de salud. Tu salud sólo depende de tu capacidad para soportar en soledad lo que te toca ser.
- Tu ración de salud es el sustento de las instituciones que nos administran la muerte. Has de dotarte de potencia para el delirio.
- Tu enfermedad es la prueba de tu resistencia. Tu enfermedad es la prueba de la resistencia de tu cuerpo-todo a la obediencia.
- Podemos ser más libres de lo que somos. El tránsito por la enfermedad debe ser una resistencia compartida que nos haga más fuertes y más valientes.
- La vida que construyes no es tuya. Tu vida es sólo el reflejo del valor que puedes añadir en la movilización total por el mantenimiento de lo obvio.
- No quieras salvar tu vida, atrévete a romperla. Una vida rota es aquella que no puede medirse por el patrón del dinero, es decir, aquella que no se ajusta a medida. Una vida rota es una vida inconmensurable.
- Tu querer vivir te está matando. “Sé tú mismo”, te grita tu querer vivir. Tu querer vivir te engaña y transforma así toda tu capacidad de resistencia en adaptación. He ahí la gran mentira: “sé tú mismo adaptándote”.
- Libera el odio a tu vida. Acaso así te acerques a la esencia de lo olvidado. Acaso así parirás flores que no quepan en el mercado.
Miguel Angel.